Con Nueva York, Rutherfurd escribe la crónica histórico-literaria de una ciudad, a lo largo de casi cuatro siglos. La acción comienza en 1664, cuando la ciudad era Nueva Ámsterdam y estaba controlada por los holandeses, aunque con una penetración cada vez mayor de población inglesa. Pero es también el año en que Peter Stuyvesant, último gobernador holandés de la ciudad, debió ceder el dominio a los ingleses. A partir de aquí, y con la saga de los Master, procedentes de Boston, emparentada con colonos holandeses (Van Dyck), se sigue la historia de la ciudad, de modo lineal. Rutherfurd se centra en diversos episodios de la historia neoyorquina: el dominio británico que pretende la colaboración con los colonos holandeses, con personajes como el gobernador travestido Cornbury; los crecientes problemas con la metrópoli a lo largo del siglo XVIII, con la cuestión de la representación y los impuestos como tema de fondo; la Guerra de Independencia, cuando Nueva York jugó un papel esencial; la llegada de inmigrantes irlandeses y la configuración de bandas de crimen organizado en Five Points (como narrara Martin Scorsese en Gangs of New York); el avance industrial y, especialmente, financiero de la ciudad, con la gran banca y especuladores de todo tipo; la Guerra de Secesión, cuando se produjo la caza de los negros, liberados por Lincoln y considerados peligrosos competidores en el mercado laboral para la población local; la gran expansión urbanística de finales del siglo XIX; el boom migratorio de italianos (principalmente), que, previo paso por Ellis Island, lograron «conquistar» la ciudad; la crisis bursátil de 1907, ensayo del gran crash de 1929; las luchas sindicales y la penetración de un ciertos socialismo; la configuración de Nueva York como una ciudad con un alto índice de criminalidad en las décadas centrales del siglo XX; la burbuja especulativa de finales de la centuria y, como cierto colofón, el trauma del 11-S y sus consecuencias.